El amanecer lucía con todo su esplendor !
En las hojas de los robles brillaban ténues gotitas de agua con los primeros rayos del sol y el soplo de una suave brisa, las hacía temblar levemente
Era un espectáculo digno de ser observado detenidamente ya que brindaba una paz indescriptible
La anciana lo contemplaba de pie  frente a un gran ventanal, bebiendo una taza de te
El primer impulso fue abrir totalmente el vidrio para dejarse invadir por ese desborde de naturaleza perfecta Al sentir la brisa en el rostro, respiró hondo, cerró los ojos y, al instante, se dirigió a la puerta. Abrió los brazos queriendo capturar todo, todo lo que se presentaba ante sus ojos y tocaba su piel Se sintió mas plena
Pero no se detuvo ahí. Se sacó el calzado y con paso seguro y pausado caminó por el pasto húmedo, con los suaves rayos del sol acariciando todo su ser, con los brazos aún más abiertos y se sintió parte del paisaje Ya no sólo lo veía, estaba incorporada a él
Ya no era la anciana que esa mañana había preparado un te y se había parado a mirar el parque
Se había reencontrado a si misma Los pies descalzos que gozaban esa sensación de húmeda y mullida frescura del pasto, la habían retrotraido a su infancia y juventud
Una vez más , su vida había dado un vuelco. Había vuelto a salir a flote y tenía fuerzas para continuar
Hace algunos años,tuve un blog que se llama Sólo-guada Pasó el tiempo y, por diversas circunstancias no lo abrí y cuando quise hacerlo me había olvidado o la casilla o la contraseña. Me olvidé de qué me había olvidado El hecho es que no puedo acceder a él Está allí, con las tres o cuatro pequeñeces que publiqué Pero no puedo seguir haciéndolo Fue entonces que se me ocurrió hacer otro y explicar a los poquitos que las leyeron, que soy la misma persona
jueves, 24 de marzo de 2011
sábado, 19 de marzo de 2011
Aquél hombre
Aquélla tarde, con la espalda agotada de tánto doblarse en el surco, con la sensación de que el sol se le había quedado adentro de su cuerpo y que nunca iba a sentir frescura en él. Aquella tarde, por un caminito entre los surcos que acababa de terminar de sembrar, volvía a su casa 
La cabeza gacha, una bolsa que de tanto en tanto dejaba en el suelo para sacarse el viejo sombrero y secarse la transpiración, los pies cansados y la esperanza puesta en aquéllas semillas que si germinaban y crecían bien, en unos meses le darían un respiro
Volvió a detenerse, se secó la frente, levantó la vista y la detuvo en aquèlla pequeña pero acogedora casita con flores al frente, que cuidaba amorosamente su esposa y con una tupida parra que diariamente le brindaba su sombra compasiva
Respiró profundamente, levantó la cabeza y, apurando el paso, se dirigió a ella.
Recuperó la frescura, finalmente
La cabeza gacha, una bolsa que de tanto en tanto dejaba en el suelo para sacarse el viejo sombrero y secarse la transpiración, los pies cansados y la esperanza puesta en aquéllas semillas que si germinaban y crecían bien, en unos meses le darían un respiro
Volvió a detenerse, se secó la frente, levantó la vista y la detuvo en aquèlla pequeña pero acogedora casita con flores al frente, que cuidaba amorosamente su esposa y con una tupida parra que diariamente le brindaba su sombra compasiva
Respiró profundamente, levantó la cabeza y, apurando el paso, se dirigió a ella.
Recuperó la frescura, finalmente
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