martes, 27 de marzo de 2012

EL TIEMPO PASA

Hace tiempo que estoy por pasar por éste espacio, pero los días van pasando y no lo he hecho.
Ahora  entro y veo  que  he escrito  el  otoño  pasado
El  año  que transcurrió  entre aquella  y  ésta  entrada,  fue intenso, largo en algunos aspectos y demasiado breve en otros.
Pero  siempre el tiempo deja su rastro, su enseñanza, su saldo. De pronto deja una herida, de pronto una sonrisa. 
Haciendo un balance  de éste espacio de vida vivida entre el otoño pasado y éste, me da en positivo No hay ningún saldo en rojo.
Aunque en realidad me agradaría más no haber tenido que pasar situaciones ingratas.  Situaciones innecesarias.  Situaciones evitables. Pero así es la vida una estrella en una mano y un puñado de barro y podredumbre en la otra.
Si alguien pasa por acá y lee ésta pequeñez  que estoy escribiendo, le aconsejo que cada día, al abrir los ojos y poner en marcha su cerebro, haga una buena limpieza y lo despeje de vanidades, orgullo, odio, rencores, ambiciones desmedidas, envidia y todo aquéllo que le acarreará inquietud. Por el contrario, lo bueno es respirar hondo, agradecer a la vida que aún esté habitando en nuestro frágil cuerpo y proyectar algo bueno para las horas en las que se estará viviendo e interactuando hasta volver a dormir. Y cuando llegue ese momento hacer una introspección para evaluar si fue un día vivido o un día perdido.
Si  lo  hacemos  día  a día,  el balance  mensual, anual y  final  (el que haremos antes de dejar éste mundo) nos resultará más fácil.
El tiempo pasa Sepamos vivirlo
 

martes, 17 de mayo de 2011

ENTRE HERMOSO Y TRISTE

Cuando somos chiquitos y llega el otoño, nos sentimos felices ya que vamos a tener una nueva diversión con la cantidad de hojas que irán cayendo y amontonándose en el parque


Y armamos pilas para después tirarnos encima a mirar las nubes y descubrir formas conocidas en ellas


Pero cuando llegamos al otoño de nuestras vidas, todo ese paisaje nos puede producir una gran nostalgia, angustia y tristeza


No dejo de valorar la belleza que se despliega ante mis ojos pero, de vez en cuando, me brota una lágrima

martes, 19 de abril de 2011

Nuestro mejor amigo, el perro

Ya el pasto estaba salpicado con las primeras hojas amarillas que los árboles, cansados  de alimentar desde el comienzo de la primavera, dejaban ir sintiendo así un alivio es sus ramas
Se había cumplido el ciclo y ahora, deberían ellas ir a alimentar la tierra que le daría nuevas nutrientes a los próximos retoños una vez pasado el invierno.
El suave viento de aquélla mañana, las iba desprendiendo suavemente. Mientras algunas se dejaban llevar mansamente, otras ofrecían cierta resistencia y se quedarían un tiempo más
Por momentos la brisa se volvía un poco más intensa y provocaba una lluvia  amarillenta que se iba posando sobre el pasto, los arbustos y los sillones del jardín
Un poco más  lejos el terreno bajaba y se asomaba una colina con varios montecitos Algunos con árboles de hojas perennes, otros amarillos, otros casi anaranjados además de los que ya dejaban ver la desnudez de sus ramas
Bajo un enorme álamo que sólo conservaba un puñado de hojas descansaba un muchacho. El pantalón raido, un gorro y apoyado en el tronco una especie de cayado. Unos metros a su derecha pastaba un rebaño de ovejas
Sacó un atadito de un bolso que llevaba en bandolera y empezó a comer
Las ovejas estaban tranquilas ya que habían encontrado un claro que conservaba una buena cantidad de pasto Ésto le permitió relajarse un rato Pero el paisaje sereno, la leve brisa y el tibio sol conspiraron para que cayera en un profundo sueño
De pronto el ladrido de un perro lo sobresaltó. Abrió los ojos y vió su cara junto a la suya, jadeante mirándolo fijamente
Miró hacia donde estaba el rebaño y se tomó la cabeza con ambas manos, desesperado al no verlas
Tomó el cayado y, al momento de intentar salir corriendo a encontrarlas, escuchó el ladrido de su perro y sintió que le jalaba el pantalón deteniéndolo El muchacho no alcanzó a entender su actitud, hasta que lo vió salir sin demasiada prisa, dándo vuelta su cabeza y ladrando un par de veces a modo de pedirle que lo siguiera, cosa que hizo
Unos metros adelante el terreno bajaba Al asomarse el joven vió que ahí estaban Hechadas, rumiando
Miró al perro y con una mezcla de asombro, alegría y agradecimiento, acarició su cabeza mientras reia
Su fiel amigo había entendido que lo había vencido el cansancio y había tomado su lugar por un rato y lo había salvado de un buen problema
El "pastor de las colinas", así era conocido en la zona, pasó toda su vida haciendo ésta tarea y fue reconocido como el más confiable Siempre lo acompañaban dos perros, así el más jóven aprendía la tarea del experto

jueves, 24 de marzo de 2011

Sorpresas cotidianas

El amanecer lucía con todo su esplendor !
En las hojas de los robles brillaban ténues gotitas de agua con los primeros rayos del sol y el soplo de una suave brisa, las hacía temblar levemente
Era un espectáculo digno de ser observado detenidamente ya que brindaba una paz indescriptible
La anciana lo contemplaba de pie  frente a un gran ventanal, bebiendo una taza de te
El primer impulso fue abrir totalmente el vidrio para dejarse invadir por ese desborde de naturaleza perfecta Al sentir la brisa en el rostro, respiró hondo, cerró los ojos y, al instante, se dirigió a la puerta. Abrió los brazos queriendo capturar todo, todo lo que se presentaba ante sus ojos y tocaba su piel Se sintió mas plena
Pero no se detuvo ahí. Se sacó el calzado y con paso seguro y pausado caminó por el pasto húmedo, con los suaves rayos del sol acariciando todo su ser, con los brazos aún más abiertos y se sintió parte del paisaje Ya no sólo lo veía, estaba incorporada a él
Ya no era la anciana que esa mañana había preparado un te y se había parado a mirar el parque
Se había reencontrado a si misma Los pies descalzos que gozaban esa sensación de húmeda y mullida frescura del pasto, la habían retrotraido a su infancia y juventud
Una vez más , su vida había dado un vuelco. Había vuelto a salir a flote y tenía fuerzas para continuar

sábado, 19 de marzo de 2011

Aquél hombre

Aquélla tarde, con la espalda agotada de tánto doblarse en el surco, con la sensación de que el sol se le había quedado adentro de su cuerpo y que nunca iba a sentir frescura en él. Aquella tarde, por un caminito entre los surcos que acababa de terminar de sembrar, volvía a su casa
La cabeza gacha, una bolsa que de tanto en tanto dejaba en el suelo para sacarse el viejo sombrero y secarse la transpiración, los pies cansados y la esperanza puesta en aquéllas semillas que si germinaban y crecían bien, en unos meses le darían un respiro
Volvió a detenerse, se secó la frente, levantó la vista y la detuvo en aquèlla pequeña pero acogedora casita con flores al frente, que cuidaba amorosamente su esposa y con una tupida parra que diariamente le brindaba su sombra compasiva
Respiró profundamente, levantó la cabeza y, apurando el paso, se dirigió a ella.
Recuperó la frescura, finalmente