martes, 19 de abril de 2011

Nuestro mejor amigo, el perro

Ya el pasto estaba salpicado con las primeras hojas amarillas que los árboles, cansados  de alimentar desde el comienzo de la primavera, dejaban ir sintiendo así un alivio es sus ramas
Se había cumplido el ciclo y ahora, deberían ellas ir a alimentar la tierra que le daría nuevas nutrientes a los próximos retoños una vez pasado el invierno.
El suave viento de aquélla mañana, las iba desprendiendo suavemente. Mientras algunas se dejaban llevar mansamente, otras ofrecían cierta resistencia y se quedarían un tiempo más
Por momentos la brisa se volvía un poco más intensa y provocaba una lluvia  amarillenta que se iba posando sobre el pasto, los arbustos y los sillones del jardín
Un poco más  lejos el terreno bajaba y se asomaba una colina con varios montecitos Algunos con árboles de hojas perennes, otros amarillos, otros casi anaranjados además de los que ya dejaban ver la desnudez de sus ramas
Bajo un enorme álamo que sólo conservaba un puñado de hojas descansaba un muchacho. El pantalón raido, un gorro y apoyado en el tronco una especie de cayado. Unos metros a su derecha pastaba un rebaño de ovejas
Sacó un atadito de un bolso que llevaba en bandolera y empezó a comer
Las ovejas estaban tranquilas ya que habían encontrado un claro que conservaba una buena cantidad de pasto Ésto le permitió relajarse un rato Pero el paisaje sereno, la leve brisa y el tibio sol conspiraron para que cayera en un profundo sueño
De pronto el ladrido de un perro lo sobresaltó. Abrió los ojos y vió su cara junto a la suya, jadeante mirándolo fijamente
Miró hacia donde estaba el rebaño y se tomó la cabeza con ambas manos, desesperado al no verlas
Tomó el cayado y, al momento de intentar salir corriendo a encontrarlas, escuchó el ladrido de su perro y sintió que le jalaba el pantalón deteniéndolo El muchacho no alcanzó a entender su actitud, hasta que lo vió salir sin demasiada prisa, dándo vuelta su cabeza y ladrando un par de veces a modo de pedirle que lo siguiera, cosa que hizo
Unos metros adelante el terreno bajaba Al asomarse el joven vió que ahí estaban Hechadas, rumiando
Miró al perro y con una mezcla de asombro, alegría y agradecimiento, acarició su cabeza mientras reia
Su fiel amigo había entendido que lo había vencido el cansancio y había tomado su lugar por un rato y lo había salvado de un buen problema
El "pastor de las colinas", así era conocido en la zona, pasó toda su vida haciendo ésta tarea y fue reconocido como el más confiable Siempre lo acompañaban dos perros, así el más jóven aprendía la tarea del experto